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USO, NO ABUSO

«Y entró Jesús en el templo de Dios, y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas; y les dijo: Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.» Mat.21:12 y 13.

¿Por qué se había contaminado la casa de oración?
Según podemos leer en Deut.14:22-26, los hijos de Israel debían traer el diezmo y las primicias de sus ganados y cosechas al lugar escogido por Dios para la adoración. Los que vivían lejos de dicho sitio, antes de emprender el viaje podían vender estas cosas, viajar con el dinero en la mano, y al llegar comprar de nuevo para ofrecerlo a Jehováh. Por ese motivo era necesario que en las cercanías del Tabernáculo, y más tarde del Templo, hubiesen animales de venta.
Todo eso era bueno y ordenado por Dios, pero con el andar del tiempo los ambiciosos se aprovecharon de lo que era bueno, echándolo a perder.
Nada malo había en que de todas partes llegasen peregrinos a Jerusalem y encontrasen facilidades para cambiar las monedas, comprar bueyes, ovejas, palomas, etc. para ofrecer en sacrificios. No era malo si se hubiese seguido haciendo, desinteresadamente, con el mismo espíritu que fue establecido; pero sabemos que Jesús tuvo que poner mano fuerte para que el ambiente de negocio no siguiera suplantando al espíritu de adoración.
En la actualidad también hay muchas cosas entre nosotros que son buenas y ordenadas por Dios, o por la dirección de la iglesia para el bien de la misma, pero debemos evitar que, por el abuso, se conviertan en malas.
«Bueno es lo bueno, pero no lo demasiado», dice un refrán, y un proverbio dice:

«¿Hallaste la miel? come lo que te basta; no sea que te hartes de ella y la vomites.» Prov.25:16.

Hermanos, si la dirección de la iglesia hoy nos permite disfrutar de ciertas libertades que antes no teníamos, demos gracias a Dios y hagamos buen uso de ello. No queramos abusar de las oportunidades, exponiéndonos al peligro de ser hallados contaminando el templo, y que el Señor nuevamente tenga que suprimir lo que para bien se había establecido.

Spm. B. Luis, Colon, 1972 .